Los perros son reconocidos por exhibir altos niveles de juego. Así, es común que el juego entre los perros y sus tutores se vuelva muy importante y ayude a fortalecer la relación entre ambos. Ahora bien, ¿es cierto que los perros buscan jugar con sus humanos para compensar la imposibilidad de jugar con otros perros?
Esta es una idea que tradicionalmente plantearon algunos autores.[1] Hay dos problemas con esto:
- Este tipo de conceptualizaciones parece ubicar al vínculo humano-perro como algo artificial que buscaría compensar carencias que deberían darse en los vínculos entre individuos de la misma especie.
- No se fundamenta en investigación, sino que es simplemente una especulación. ¡Analicémosla!
El juego puede se define como una actividad reglada, realizada espontáneamente por un animal y que no parece tener otra utilidad más que proporcionar entretenimiento o diversión. Sin embargo, desde hace tiempo sabemos que el juego desempeña un rol importante en el desarrollo cognitivo y social de los individuos: nos permite desarrollar y adquirir destrezas y habilidades.
De ahí la importancia de esta actividad aparentemente inocente y que —por suerte— un equipo de investigación en Inglaterra se haya propuesto poner a prueba las ideas tradicionales sobre el juego humano-perro.[2] Para eso, empezaron observando los comportamientos de perros que paseaban solo con sus dueños y perros que paseaban además con otros perros. Los de este último grupo tenían la posibilidad de jugar entre sí, pero resultó que jugaban con sus dueños con la misma frecuencia que los perros que eran paseados solos. O sea que tengan o no otros compañeros caninos, los perros elegían jugar con los humanos.
Las ideas tradicionales del juego humano-perro como compensación también parecen asumir otro aspecto: que el juego perro-perro y humano-perro tendrían las mismas motivaciones y serían similares. El equipo de Inglaterra también realizó un experimento para aclarar el asunto. Esta vez, entregaron juguetes a duplas conformadas por perros o por humanos y perros, y registraron cómo jugaban. Resultó que los perros se mostraron más interactivos y menos posesivos respecto de los juguetes cuando su compañero de juego era un humano. Y así, concluyeron que el juego humano-perro era singular, resultaba estructuralmente diferente y respondía a motivaciones distintas que el juego perro-perro.
Tenemos muchas maneras de jugar de nuestros perros. Por ejemplo, podemos alentarlos a ir a buscar objetos, o el llamado “tira y afloja” (tironeo de un objeto). En todos los casos debemos recordar que juguete no es lo mismo que juego. De modo que podemos comprarles decenas de juguetes, pero si no procuramos ayudarlos a generar juegos con ellos, no será beneficioso, no será tan divertido y no fortaleceremos el vínculo con ellos.
Otras formas de juego humano-perro son enseñarles trucos y habilidades, provocarlos alegremente (como rascarlos enérgicamente o acecharlo lentamente), perseguirlos, o imitarlos. De modo que tenemos muchas alternativas para aprovechar los beneficios del juego.
Mi recomendación es elegir juegos donde los humanos estemos activos y tan implicados como los perros. Es que otro estudio mostró que, durante el juego con los canes, los humanos sonreímos más cuando estamos en movimiento y cuando hay mucho contacto físico con nuestros perros.[3]
Resumiendo, los perros no solo quieren jugar entre sí, sino que también quieren jugar con humanos, y juegan distinto en ambos casos. Y, de hecho, se encontró que los perros también juegan con animales de otras especies, incluso en condiciones salvajes. De ahí que digamos que los perros son grandes maestros que nos enseñan sobre la importancia del juego y que, cuando les permitimos, pueden hacer que hasta el humano más serio y formal del mundo, se divierta revolcándose por el piso como si fuera un niño.
Referencias
[1] Whitney, L. F. (1978). Dog psychology: the basis of dog training. New York: Howell Book House.
[2] Rooney, N. J., Bradshaw, J. W., & Robinson, I. H. (2000). A comparison of dog–dog and dog–human play behaviour. Applied Animal Behaviour Science,66(3), 235-248.
[3] Horowitz, A., & Hecht, J. (2016). Examining dog–human play: the characteristics, affect, and vocalizations of a unique interspecific interaction. Animal cognition, 19(4), 779-788.