También evaluadora internacional Pet Partners (@petpartnersargentina); y líder del Proyecto Salta Violeta (@proyectosaltavioleta).
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"Seño! ¡Hay perros en el patio!” Cada vez que entramos a una escuela con el equipo de guías y perros del Proyecto Salta Violeta el efecto es el mismo: caras de asombro de los chicos y sonrisas de los maestros ante la escena inusual.
Y no muy distinta es la reacción en los pasillos del hospital de geriatría que visitamos con mi perrita Peggy: médicos, enfermeras y pacientes cambian inmediatamente de sintonía al cruzarse con los perros del voluntariado de Pet Partners Argentina.
Hace ya varias décadas que se incorporan perros en sesiones de terapia física, ocupacional o psicológica, y también en actividades educativas. En estos casos, el perro, conducido por su guía, actúa como puente entre paciente y terapeuta, o entre docente y alumno, facilitando la actividad supervisada por el profesional a cargo.
También hay actividades menos estructuradas, como visitas de carácter social del guía acompañado con su perro, para promover la conversación y la socialización, y así mejorar el ánimo de los participantes. Estas prácticas, llamadas “intervenciones asistidas con animales”, se amplían cada vez más.
Dentro del ámbito de la terapia asistida encontramos desde psicólogos que incorporan un perro en su consultorio para sesiones de psicoterapia, hasta sesiones grupales para motivar a adultos mayores en talleres de estimulación neurocognitiva.
En educación, hay desde sesiones individuales de apoyo escolar o lectura asistida, hasta encuentros multitudinarios en escuelas para promover el cuidado responsable de animales de compañía.
¿Qué hace un perro en una sesión de terapia o en una clase en una escuela? Para comenzar, la presencia de un animal en un entorno poco habitual desestructura y motiva. De por sí las visitas de perros y sus guías a hospitales y residencias geriátricas mejoran el ánimo de pacientes y residentes.
Pero, además, la interacción con los perros puede ayudar de manera más directa al logro de objetivos terapéuticos y educativos. Las sesiones de rehabilitación física infantil suelen resultar tediosas, y a veces hasta dolorosas para los pequeños pacientes. Cuando los kinesiólogos tienen como aliado a un perro, el desarrollo de un circuito de ejercicios se transforma en una aventura compartida.
En el aula, los perros pueden incorporarse en juegos didácticos que ayuden a los maestros a desarrollar la lectoescritura, las operaciones matemáticas o cualquier otro contenido.
Las opciones son casi infinitas: los perros pueden alcanzar objetos a los chicos, ayudarlos a elegir opciones señalando con su pata o con su hocico, o festejar los logros saludando con alguna habilidad vistosa.
No cualquier perro se sentiría cómodo en estos escenarios. Caminar entre sillas de ruedas, muletas y camillas en los pasillos de un hospital o entrar en un aula llena de chicos entusiasmados requiere de perros que no muestren agresión, miedo o inseguridad ante ruidos y movimientos inesperados, que confíen plenamente en sus guías y que se dejen conducir por ellos.
Los estándares internacionales promueven que se pruebe el temperamento y la conducta del animal (y la capacidad del guía para conducirlo) en situaciones simuladas antes de realizar una intervención real. Dependiendo del rol que se establezca para el perro en cada intervención, tendrá que ser entrenado en algunas habilidades específicas, pero un requisito esencial es que sea un animal sociable y que disfrute del contacto con las personas.
Algunos perros son preparados desde cachorros, pero es perfectamente posible que un perro adulto, ya sea mestizo o de raza, si tiene el perfil adecuado y la preparación necesaria, pueda participar en intervenciones.