El duelo es un proceso natural y saludable de adaptación emocional que sigue a una pérdida significativa. Incluye reacciones como el llanto, el sentirse decaído, experimentar una sensación de soledad y sentimientos de culpa. También suelen aparecer síntomas de ansiedad, pérdida de sueño o de apetito. Todas estas manifestaciones se dan con independencia de si perdimos a un humano, un perro o un gato, el punto es que tuviéramos un vínculo con ese ser querido que ahora ya no está como antes. Por eso, se reconoce que el proceso de duelo por un animal de compañía es básicamente el mismo que el desplegado por una pérdida humana.[1]
De todas formas, en el primer caso, existen tres aspectos singulares que pueden dificultar la adaptación a la pérdida, por lo que los mencionaremos juntamente con algunas recomendaciones para su abordaje:
1- La ausencia de rituales sociales de luto. Estos validan la experiencia de la persona en duelo, creando actos públicos que brindan un reconocimiento social, facilitando el ajuste posterior. Sin embargo, no contamos con ceremonias del estilo de velatorios o misas, e incluso, las empresas que ofrecen servicios crematorios o de entierros, mayormente se limitan a ofrecer un procedimiento más que un ritual.[2]
La recomendación sobre este punto consiste en realizar rituales y conmemoraciones para honrar al animal. Dependerán en gran medida de las características de cada familia, pero podrían consistir simplemente en que cada miembro cuente una anécdota con el animal o enmarcar una foto y colocarla en la sala del hogar.
2- El escaso apoyo social. Esta forma de apoyo demuestra respeto y consideración por el sentimiento de la persona en luto, generando en ella la experiencia de ser comprendido y estar acompañado. Lo cual, lógicamente favorecerá la elaboración del duelo. Tristemente, todos hemos escuchado afirmaciones como “era solo un perro” o “podés adoptar otro igual”. Estas generan aislamiento, incomprensión y angustia, e irónicamente pueden incluso ser manifestadas por profesionales, tanto del campo de la salud humana y de la salud animal.
En un estudio con tutores que habían perdido un animal recientemente, más de la mitad indicó que sentían que para la sociedad la muerte de su animal no era considerada una pérdida digna de un proceso de duelo.[3] Ahí hablamos de duelo privado de derechos o desautorizado, el cual se asocia con un empeoramiento de síntomas.
Acá las personas pueden optar por orientarse a figuras de apoyo que puedan validar su experiencia y, de considerarse, incorporarse a grupos de personas en duelo por animales o realizar psicoterapia de duelo.
3- La eutanasia. Esta puede impactar favoreciendo el ajuste en casos donde los tutores consideran que han hecho lo correcto para que el animal no padeciera innecesariamente. Ahora bien, frecuentemente aparecen incertidumbre, culpa y remordimientos, los cuáles complican el duelo. Por ejemplo, si la decisión de la eutanasia se tomó porque el procedimiento para salvarle la vida tenía un costo económico inaccesible o si la decisión no fue unánime en la familia.[4]
Experiencias negativas con el equipo veterinario, también impactan desfavorablemente en la experiencia de los tutores y el duelo. Por eso es sumamente importante contar con orientación y apoyo del profesional veterinario. En caso de no contar con esto, es conveniente realizar una consulta con algún profesional de confianza o recomendado para que puedan despejarse todas las dudas sobre el estado del animal y el procedimiento.
Hace un par de meses murió Dalma, mi compañera canina en estos últimos diez años. Fue una indudablemente triste y dolorosa. Sin embargo, me sorprendió empezar a experimentar un sentimiento de haberme fortalecido; lo que se conoce como crecimiento postraumático.
Algunas personas me han dicho frases como “los animales llegan a nuestras vidas para enseñarnos algo”. Yo no lo creo así. Cada animal tiene un propósito de vida propio. Lo que sí creo es que podemos aprender mucho de ellos. Y una manera de honrarlos tras la muerte es tener presentes sus enseñanzas. Dalma me enseñó de fortaleza y determinación, y mostrar esas características me hace sentir que parte de ella vive en mí.
Estos esfuerzos por continuar una conexión emocional con el animal son lo que conoce como vínculos continuos. Es decir, seguimos conectados reorganizando internamente el vínculo, al tiempo que reconocemos la pérdida. Entre sus manifestaciones se incluyen mirar fotos, hablar con el animal fallecido, evocar recuerdos, soñar con él animal, preservar algunas de sus pertenencias (como una manta o collar) y escribir cartas de despedida. Además, algunas personas refieren sentir la guía del animal en la vida diaria, visitar lugares preferidos que compartían junto al animal, escribir una poesía o un libro o realizar donaciones en su nombre. Si bien estas formas fueron tradicionalmente descartadas o patologizadas, hoy se cree que suelen ser más reconfortantes que angustiantes, siendo consideradas una buena estrategia de afrontamiento que ayuda a regular las emociones.[5]
El duelo no se trata de olvidar al animal, sino de transformar el vínculo con él. De modo que el establecimiento de un vínculo continuo sería mi recomendación principal. Este nos permitirá crecer luego del trauma, honrar sus enseñanzas y mantener vigente la conexión espiritual con nuestro animal. Después de todo, el duelo no se trata tanto de decir adiós, sino hasta siempre.
Referencias
[1] Eckerd, L. M., Barnett, J. E., & Jett-Dias, L. (2016). Grief following pet and human loss: Closeness is key. Death Studies, 40(5), 275-282. https://doi.org/10.1080/07481187.2016.1139014
[2] Chur-Hansen, A. (2010). Grief and bereavement issues and the loss of a companion animal: People living with a companion animal, owners of livestock, and animal support workers. Clinical Psychologist, 14, 14-21. https://doi.org/10.1080/13284201003662800
[3] Adams, C. L., Bonnett, B. N., & Meek, A. H. (2000). Predictors of owner response to companion animal death in 177 clients from 14 practices in Ontario. Journal of the American Veterinary Medical Association, 217(9), 1303-1309. https://doi.org/10.2460/javma.2000.217.1303
[4] Park, R., & Royal, K. (2020). A national survey of companion animal owners’ self-
reported methods of coping following euthanasia. Veterinary Sciences, 7(3), 89. https://doi.org/10.3390/vetsci7030089
[5] Habarth, J., Bussolari, C., Gomez, R., Carmack, B. J., Ronen, R., Field, N. P., & Packman, W. (2017). Continuing bonds and psychosocial functioning in a recently bereaved pet loss sample. Anthrozoös, 30(4), 651-670.