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Familias multiespecie
Familias multiespecie
Marcos Díaz Videla. Profesor y doctor en Psicología (MN: 40.229)

En las últimas décadas hemos atravesado profundos cambios sociales que permitieron mayor aceptación hacia la diversidad familiar. Sucede con las familias homoparentales o las parejas que deciden no tener hijos. Entre esta diversidad, se encuentra también el reconocimiento de las familias multiespecie. ¿Qué quiere decir esto?

En principio, la tenencia de animales de compañía ha ido incrementándose. Por ejemplo, en Unión Europea se estimó que el 26% de los hogares tienen al menos un animal, en Estados Unidos el 57%, y en Argentina, se estimó que el 80% de los hogares los tienen. [1, 2] Además, también la intensidad relacional ha crecido. En países de cultura occidental, alrededor del 90% de las personas consideran a sus perros y gatos como parte de la familia [3] y con frecuencia se refieren a ellos como bebés o hijos, y a sí mismos como padres. [4]

Esto se basa en parte en que las personas usamos el lenguaje de familia como una forma de expresar amor y cercanía emocional. Decirle hermano a un amigo, da cuenta de un acercamiento simbólico de este hacia el interior del círculo familiar. Y eso también hacemos con nuestros animales cuando proclamamos que, sin dudas, son familia.

Pero en las familias multiespecie la cosa va más allá del lenguaje: la incorporación de animales implica una transformación familiar. O sea, integrar a ese animal conduce a un proceso en el cual la familia tiene que reestructurarse, cambiando reglas, rutinas y rituales. Claro que el animal es socializado y educado para cumplir ciertas normas previas, pero también, la familia debe hacer cambios para poder incluirlo, y estos cambios se hacen en interacción con el animal. De modo que el animal no acata pasivamente la organización preexistente, sino que la negocia activamente. Reconociendo las expresiones e intereses que los animales manifiestan, las familias modifican, por ejemplo, espacios en el hogar, el destino de vacaciones, los horarios, las salidas, etc. [5]

No es probable que a un ser humano se le ocurra madrugar un domingo o salir a caminar con lluvia. Esas son ideas de nuestros animales. Y no solo hacemos eso, sino que, además, consideramos que estas alteraciones se ven compensadas y sobrepasadas por el amor incondicional que ellos nos profesan.

Por eso, no es lo mismo hablar de familias que tienen animales que hablar de familias multiespecie. Estas últimas consideran seriamente los intereses de sus animales, les alientan a expresar sus preferencias, les permiten realizar elecciones y dan lugar a que estos influyan activamente en la organización familiar.

De modo que hoy reconocemos que para pertenecer a la familia ya no es condición el estado humano. Ser familia implica construir diariamente un vínculo de ida y vuelta en la cohabitación del hogar, con un compromiso con el otro, en el que el valor del amor infinito se encuentra siempre presente.

 

Referencias

[1] European Pet Food Industry Federation [FEDIAF]. (2017). Facts and figures. Disponible en: http://www.fediaf.org/who-we-are/european-statistics.html

[2] GfK. (2016). Pet Ownership. Global GfK Survey. Disponible en: https://www.gfk.com/fileadmin/user_upload/country_one_pager/AR/documents/Global-GfK-survey_Pet-Ownership_2016.pdf

[3] Díaz Videla, M. (2017). Antrozoología y la relación humano-perro. Buenos Aires: iRojo.

[4] Volsche, S. (2021). Pet Parenting in the United States: Investigating an Evolutionary Puzzle. Evolutionary Psychology, 19(3), 14747049211038297.

[5] Power, E. (2008). Furry families: making a human–dog family through home. Social & Cultural Geography, 9(5), 535-555. DOI: 10.1080/14649360802217790